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miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cuestión de confianza

¡Hola a todos!

Montones de veces durante estas semanas he pensado que me apetecería escribir en el blog, pero no tengo hueco. 

Estoy trabajando bastante duro (con mis días buenos y mis días malos, como es normal). Pero, sobre todo, estoy tratando de luchar contra mí misma. Parece una broma, pero es así. Es increíble hasta qué punto a veces somos capaces de convertirnos en nuestros propios enemigos. 

Durante estos años nunca he cantado un sólo tema delante del tribunal. He ido tres veces al Supremo. Seguro que ya os las sabéis de memoria pero os las cuento de nuevo :)

La primera vez, realmente, iba con muy pocas posibilidades. Saqué las bolas y me levanté.

La segunda vez iba mejor que la primera, pero llevaba algunos temas muy antiguos que sabía que, si salían, directamente no había nada que hacer. Y, de los cinco, me salieron cuatro temas estupendos, de esos que escigerías si te dieran a elegir. Pero el segundo tema era uno de esos que en aquel momento resultaba indefendible. De esos que sabes que, si salen, te levantas. Sé que no podía haber hecho nada con aquel tema, eso lo tengo claro. En aquella situación podía cantar el primer tema y luego retirarme o bien retirarme directamente. Pero es que me fastidió tanto tener cuatro temas tan estupendos y que hubiera uno que no tenía por dónde coger... Que cantar el primer tema (concretamente, el primero de los  temas del Poder Judicial) para luego decir adiós me daba muchísima rabia. Así que me retiré sin más. Y seguramente eso lo hice mal: tenía que haber cantado aquel tema. El resultado hubiera sido el mismo, pero probablemente yo me hubiera sentido mejor.

La tercera vez... ¡a ver qué pasa! No sé cómo voy a llegar al día del examen. No sé si cumpliré mi plan (espero que sí) ni si, aun cumpliéndolo, me sabré los temas suficientemente bien como para aprobar. 

Lo que sí sé es que, si no soy capaz de recuperar (o encontrar) la confianza en mí, volveré a irme con las manos vacías. Porque últimamente (hace ya tiempo) me encuentro muy bloqueada en el momento de cantar. Antes no me ocurría... Pero ahora hace tiempo que sí.

Voy al preparador, él decide qué temas me toca cantar y me hago los esquemas. No sé vosotros pero en los esquemas (además de la estructura del tema y alguna palabreja clave) suelo apuntar el número de los artículos. Pero empiezo a cantar con miedo, convencida de que llegado el momento clave me voy a quedar en blanco. Dudando si, cuando llegue a cada uno de esos números, mi cabeza y mi lengua se coordinarán y seré capaz de recordar el contenido del artículo y cantarlo de corrido, tal y como he sido capaz de hacerlo en casa. Y el miedo no es buen consejero. Bloquea. Y, si empiezo pensando que cuando llegue al artículo X me voy a quedar sin saber que decir, es altamente probable que ocurra. De hecho, artículos que podría cantar sin ningún tipo de duda, que me sé de corrido desde hace años, simplemente no "salen" cuando me encuentro en esa situación de "bloqueo mental".
Otras veces, a pesar del miedo, sí soy capaz de seguir cantando, pero lo hago convencida de que lo que estoy diciendo no es correcto, de que me estoy "inventando" los artículos. Y, lo que en una simple clase, con el preparador, supone simplemente parar el cronómetro y decir "la estoy fastidiando, mejor lo dejamos", ante el tribunal es un "con la venia del Tribunal, quiero retirarme"

Y eso NO puede ser. 

Porque, entre otras cosas, mientras canto no puedo ser objetiva. No puedo saber si "desde fuera" el tema que estoy cantando se ve tan mal como lo veo yo "desde dentro". Pero el hecho es que mientras estoy cantando, cuando las cosas no salen como yo quiero, lo único que veo es que estoy haciendo un auténtico desastre, sea o no verdad. Y lo manifiesto externamente, además de que voy saboteando mi propia exposición. Mi preparador dice que a veces, incluso, se me nota en los gestos, llegando incluso a decir "no" con la cabeza mientras canto el tema y miro mi esquema. Y es que, es un hecho: continúo cantando el tema pero, mientras tanto, me digo a mí misma "lo estás haciendo fatal", en lugar de decirme "¡venga, que estás aguantando como una jabata!".

Y, para colmo, muchas de esas veces, ni siquiera lo estoy haciendo tan mal como a mí me parece. Ayer mismo, cantándole un tema al preparador, lo que yo creía que había sido un artículo "inventado", una auténtica  realmente había sido un precepto dicho con total literalidad. Y, después de vacilar en varias ocasiones, paré el cronómetro y tiré la toalla.

"¡No puedes hacer eso! ¡No puedes levantarte! Cuéntales una milonga si es preciso, sigue aunque sepas que estás metiendo la pata pero ¡NO TE LEVANTES!" Algo así me dijo mi preparador ayer...

 Y me dijo más cosas, claro, porque mi preparador no es de esos que te echan la bronca y se quedan tan anchos. Entre otras cosas, porque sabe que yo misma ya me voy a quedar "flagelándome" bastante después del fracaso y lo último que necesito es que me apedreen más. 

"Tienes que creer en ti (frase repetidísima por mi novio durante los últimos años), has trabajado y tienes derecho a que el Tribunal te escuche. Y tú tienes que jugar a tu favor. No puedes ir al tribunal diciendo "no me lo sé". Al contrario. Tienes que sacar lo mejor de ti, recrearte en las partes del tema que mejor te sabes y pasar de puntillas por aquellas en las que flojeas. Aguantar los cinco temas como sea. Tienes derecho a que te escuchen, tienes que hablar y que hacerlo con la cabeza bien alta. Y, hecho eso, que sean ellos quienes juzguen. Tú no puedes a la vez cantar el tema y juzgar si lo estás haciendo bien o mal. Al contrario. Lo que tienes que hacer desde el momento en que entras por la puerta es representar un papel: el del opositor que domina el programa. No puedes dar otra impresión.
Y, desde luego, no te juzgues a ti misma mientras cantas el tema. No puedes ser Juez y parte simultáneamente. Entre otras cosas, porque no eres imparcial. Y, precisamente tú, tiendes a juzgarte con un rigor que, probablemente, no utilizarías para el resto..."


Todo eso es TAAAAN cierto... Pero... ¿cómo puedo hacer para conseguirlo? Lo de poner cara de poker se me da fatal (todos los que me conocen lo saben). Aun así, eso se puede practicar, supongo.
Pero, lo de aumentar realmente la confianza en mí misma es algo que, de verdad, no sé cómo conseguir. Mi preparador dice que no puedo ir allí con la actitud del que implora clemencia, sino con la actitud del que exige justicia. Entre otras cosas, porque he trabajado duro y me lo merezco, aunque sea por antigüedad :)
¡Y sé que tiene razón! Lo que no sé es cómo conseguirlo. La confianza en uno mismo que va mucho más allá de la oposición en sí. No es algo que se improvise, desde luego. Y tampoco tengo muy claro cómo "trabajarla". 

Pero el caso es que durante la primera época de la oposición no era así. Era capaz de cantar un tema aunque no sintiera que lo estaba dominando; de aguantar hasta el final. Y de cantar con mucha más contundencia y seguridad. Supongo que han sido muchos años de esfuerzo sin fruto. Y eso, al final, hace que pierdas un poco la fe en el resultado e incluso en ti mismo. Esa es mi teoría pero, sea como sea, habrá que romper el círculo, digo yo. 

Hay gente a la que le falta confianza en su capacidad para relacionarese con los demás, hay gente que le falta confianza en su vida laboral... ¡Y hay gente que se cree que es mejor que nadie en cualquier aventura en la que se embarca!
Lo ideal, en mi opinión, es tener una visión lo más realista posible de nosotros mismos. Tenemos que conocer nuestros puntos débiles para tratar de mejorar e incluso, de disimularlos cuando haga falta. Y saber también cuáles son aquellas cosas en las que verdaderamente somos buenos. Aquello  en lo que podemos despuntar. Ser consciente de que valemos. Potenciarlo. Y demostrarlo. 

En fin, seguiremos trabajando en ello. Entre tanto... Lo que sí sé que tengo que poner en práctica en cada tema es lo de "no levantarse", continuar hasta el final aunque salga un desastre de tema. Pero aguantar el culo pegado a la silla caiga quien caiga. (Luisa, ¿no me ibas a regalar tú un tubo de super-glue?) ¿alguna otra sugerencia?

Espero que vosotros estéis bien. Durante estos días ha habido de todo entre los compañeros. Aprobados merecidísimos, de esos que celebras de corazón, casi como si fueran tuyos. Y también algún suspenso de personas que, lo último que yo pensaba, era que fueran a caer en este examen. Desde aquí, otra vez, enhorabuena a los aprobados. ¡Y, otra vez, muchísima fuerza al resto!

Ya seguiré escribiendo. Si desaparezco un poco, no os preocupéis. A lo mejor la semana que viene hay una entrada nueva. Pero con el examen a mes y medio es complicado escribir. Incluso aunque haya mucho que decir.

¡Un abrazo a todos!





miércoles, 27 de enero de 2010

I can run fast. But with your help I think I can run even faster.


Aquí estoy otra vez. Aunque, si soy sincera, en estos días ha habido algún momento en que he estado a punto de suprimir el blog porque, ya que nadie sabía de su existencia, nadie lo hubiera notado si lo hubiese desaparecer, y seguía sin estar muy convencida. Pero resulta que una compañera me ha leído... ¡y la verdad es que me ha hecho mucha ilusión! (¡Gracias!) ¡Así que, por ahora, continúo aquí!


En estos últimos días he estado en contacto con una chica que quiere empezar a opositar a final de curso, cuando termine la carrera. Tiene claro que va a opositar a Judicatura y quería referencias de preparadores en nuestra ciudad. Y el caso es que, hablando con ella, he pensado bastante sobre el tema de los preparadores.


Cuando empecé a opositar no me preocupaba mucho la elección del preparador. Mi padre, que también ha sido opositor y preparador, preguntó a un compañero suyo y éste le recomendó a mi actual preparador. Fui a hablar con él y me gustó y después no hablé con ningún otro ni comenté con otros opositores. Simplemente me fié y punto. Entonces no tenía ni idea de la relevancia de la figura del preparador, pero tuve la suerte de dar con el mío. Y no sé si alguna vez aprobaré. Lo que sí puedo decir es que, sin él, probablemente habría abandonado. 


Y es que el preparador puede limitarse a ser alguien que te escucha mientras cantas los temas. Pero también puede llegar a ser mucho más.


Durante la oposición funcionamos por objetivos. El objetivo final, evidentemente, es aprobar y sacar la plaza. Pero antes de llegar ahí, es necesario ir cubriendo etapas, alcanzando objetivos más pequeños. Primero, aprobar el test. Después, el primer oral… y después el segundo. Pero, aun esos objetivos son demasiado amplios como para mantenernos motivados estudiando cada día durante tanto, tanto tiempo. Así que, al menos para mí, es preciso tener metas más pequeñas y más próximas en el tiempo. Y esas metas están representadas por cada uno de los “cantes” en los cuales tenemos que rendir cuentas ante el preparador (y ante nosotros mismos) de lo que hemos estudiado. Y ser capaces de demostrarlo. Por eso mismo, el preparador es alguien que, en gran medida, va a ayudarnos a determinar nuestro ritmo y la estrategia con la que afrontar cada una de esas etapas hasta llegar al objetivo final. Y en ese sentido es fundamental. 
Pero, además, el preparador (un buen preparador) ha de estar en conexión con el opositor no sólo para que rinda cuentas de su estudio. No sólo a nivel “técnico”, sino también a nivel personal. Porque la oposición es larga y hemos de estar "en forma" anímicamente para poder sobrellevarla. Y el preparador puede ayudar mucho al opositor a mantener alta la moral, recordándole cosas que ya sabe pero que a lo mejor no tiene presentes y echando la bronca cuando es necesario. Pero también apoyando, escuchando e, incluso, a veces, consolando. Porque, además de su experiencia como preparador, él también opositó en su día; y nadie entiende a un opositor como otro opositor.


Hay gente que aprueba la oposición sin preparador. Pero también es cierto que en muchos casos el preparador es determinante para llegar a la meta. Está claro que el preparador no es quien saca la oposición, sino que somos nosotros los que hemos de hacer el esfuerzo cada día. Y si no tenemos la capacidad y la voluntad de hacerlo es imposible lograrlo. Evidentemente, ningún campeón olímpico podría llegar a la meta si no tuviera ciertas capacidades físicas. Pero, probablemente, ni siquiera Usain Bolt habría llegado tan lejos de no haber recibido el entrenamiento y la preparación adecuadas. Y es que el opositor, como el atleta que entrena para unas olimpiadas, necesita a ese entrenador que le oriente, que le empuje cuando no encuentra la motivación y que le marque las pautas para sacar de él todo lo que lleva dentro.
Es como en la película de “Carros de fuego”, cuando Abrahams le pide a Sam Mussabini que le entrene para las olimpiadas y le dice algo así como “Yo puedo correr muy rápido, pero con su ayuda puedo llegar a correr aún más rápido. Puede incluso que con usted consiga ser el hombre más rápido.”  


¿Cuál es el preparador perfecto? Todos tienen cosas buenas y cosas malas y el preparador que es bueno para un opositor no tiene por qué serlo para otro.
En términos generales y simplificando mucho las cosas, podemos decir que hay dos tipos de preparador: el “preparador-ogro" y “el comprensivo". 
Para el "preparador-ogro", nada es suficientemente bueno ni nada está suficientemente bien hecho; el opositor siempre podría haber rendido más. No sabe lo que es un elogio. Siempre hay algún "pero" que poner; siempre hay algo que añadir. Si llevas más temas que nunca, le parecerá que aún podías haber llevado más. Aunque hayas cantado un tema estupendo, con todos los artículos y en 15 minutos exactos, encontrará siempre algo que objetar, te dirá que los artículos no has dicho lo suficientemente literales y, si no, cualquier otra cosa que se le ocurra; pero el tema siempre podría haber estado mejor. Si tienes un mal día, te dirá que eres un blando: los opositores no lloran. Si intentas explicarle que ese día llevas menos temas porque te ha pasado lo que sea, te dirá que no hay excusa posible. Y si tienes una mala racha, no tendrá inconveniente en decirte que a lo mejor no sirves para esto. Sé que parece exagerado, pero muchos son así en más o menos medida, y más de uno lo podrá corroborar. Sin embargo, esa actitud no les convierte, ni mucho menos, en malos preparadores. De hecho, hay mucha gente que no podría mantener el ritmo necesario si no fuera con un preparador de esas características. Si no tuvieran un “preparador-ogro” no podrían sacar la oposición. Y no porque no tuviesen capacidad para lograrlo.
Para otros opositores, en cambio, un preparador así no sólo no serviría de ayuda, sino que sería un obstáculo para aprobar la oposición. Porque para muchas personas (yo entre ellas) un preparador así puede llegar a desmoralizar. A mí, personalmente, puede llegar a bajar mi autoestima hasta el subsuelo que siempre me digan que todo está mal, que nunca me digan si he mejorado en esto o en lo otro. No quiero que me digan que lo hago todo perfecto. Al contrario, agradezco las correcciones y que me digan todo lo que pueda mejorar, pero para mí también es importante que me hagan ser consciente de mis puntos fuertes, porque son precisamente los que más me cuesta ver. Y, si mi preparador no me recordase de vez en cuando que también hay cosas que hago bien hace tiempo que habría perdido toda la fe que pudiera tener en mí misma.


¿Es mejor tener un "preparador-comprensivo"? El preparador “comprensivo” es todo lo contrario. Para él, hagas lo que hagas, todo está bien. Si llevas un tema, como si llevas diez no te va a reñir en ningún caso. Si un día llegas y le dices que no has podido estudiar y le cuentas lo que te ha pasado, que has discutido con tu novio, que te ha dolido la cabeza o que en tu casa ha habido algún problema, lo escuchará; quizás te aconsejará, pero nunca te reñirá. Si lloras, te consolará. Y si le dices que no puedes llevar tantos temas como te ha pedido, tampoco se enfadará.  ¿Es esto mejor que lo anterior? Pues puede que en ciertos aspectos sí, pero puede ser un arma de doble filo si esa permisividad permite al opositor dormirse en los laureles. Es importante que nos motiven, desde luego, pero de poco sirve que estemos contentos, animados y con la autoestima alta si permanecemos estancados. Porque, a la larga, lo que importa son los resultados. Y para lograrlos es necesario creer en nosotros mismos, pero no basta con eso.


¿Cuál es entonces el preparador adecuado? Pues, en mi opinión, el buen preparador es el que es capaz de “apretar” y “aflojar” en función del opositor y del momento por el que está pasando. El buen preparador es el que se preocupa realmente por el opositor y el que, una vez lo conoce, es capaz de conseguir que rinda todo lo que es capaz de rendir, de exigirle a cada opositor todo lo que es capaz de dar, sin conformarse con menos y sin exigirle más de lo que puede hacer en cada momento. El que valora sus logros y hace que el opositor sea consciente tanto de sus propios defectos y puntos flacos como de sus cualidades y sus avances. El buen preparador mantiene lo más alto posible el nivel de exigencia, pero también cuida del ánimo y la autoestima del opositor.


Es complicado, desde luego. Y, como el preparador perfecto no existe, nosotros hemos de intentar mantener la cabeza fría, ser objetivos y suplir sus deficiencias. Quiero decir que si nuestro preparador nos echa una bronca y sabemos que realmente se equivoca o que no está valorando el esfuerzo que realmente hemos hecho, o que no es consciente de que estamos pasando por un mal momento, no podemos dejar que esa regañina nos afecte y nos desanime. Y, al contrario, si nuestro preparador tiende a disculparnos siempre y a exigirnos menos de lo que nosotros sabemos que podemos dar, hemos de ser conscientes de ello y tratar de ponerle remedio, porque  de nada sirve engañarnos a nosotros mismos.


¿Cómo podemos saber si estamos eligiendo al preparador adecuado? Supongo que es difícil saberlo antes de empezar, porque lo primero de lo que no somos conscientes cuando empezamos a opositar es lo que va a suponer la oposición para nosotros ni cómo vamos a reaccionar ante ciertas cosas porque nunca antes nos hemos encontrado en situaciones parecidas. Pero yo creo que sí que es necesario que, al menos en cierta medida, conectes con él y te inspire la suficiente confianza como para hacer todo lo que te diga y ponerte “en sus manos”.
En cualquier caso, si pasado el tiempo ves que no acertaste con la elección o que necesitas algo diferente de lo que necesitabas cuando empezaste, recuerda que  el preparador es, en definitiva, tu entrenador. Y lo mismo pasa, por ejemplo, con los equipos de fútbol: cuando la cosa no marcha no siempre es porque el equipo no sea bueno. De hecho, a menudo el cambio de entrenador es el punto de inflexión necesario para que el equipo despegue, remonte y salga a por todas. Y, en definitiva, eso es lo mismo que hemos de conseguir nosotros: poner toda la carne en el asador y, con la motivación y la técnica necesarias, ¡salir a ganar…!

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Durante los últimos años, OPOSITORA A JUDICATURAS (¡ojalá que por poco tiempo!). Pero en los ratos libres intento seguir siendo YO.
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"Sigue aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti. Haz que en vez de lástima, te tengan respeto. Cuando por los años no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa el baston. ¡Pero nunca te detengas!" (Teresa de Calcuta)


"A la larga el éxito es más fácil que el fracaso. Sencillamente, consiste en saber lo que se quiere, en saber hacerlo y en tener la persistencia y la determinación de lograrlo" (B. Bailey)


"Si puedes soñarlo, puedes hacerlo" (Walt Disney)


"Si piensas que puedes, tienes razón y si piensas que no puedes, también tienes razón."


"El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños" (Eleanor Roosvelt)


"El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que apuntemos demasiado alto y no demos en el blanco, sino que apuntemos demasiado bajo y acertemos" (Miguel Ángel)


"No podemos descubrir nuevos océanos a menos que tengamos el coraje suficiente para perder de vista la costa" (Anónimo)


"Los muros existen por alguna razón. Y no es para mantenernos fuera, sino para darnos la oportunidad de demostrar hasta qué punto queremos algo. Y para frenar a quienes no lo desean suficientemente." (Randy Pausch)

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