domingo, 28 de febrero de 2010

De cine

           La ceremonia de los Oscar se acerca, y yo no he visto ni la mitad de las películas que quería ver. Pero bueno, aunque sea "a posteriori", alguna más veré. ¡O eso espero!
            Este año, para quienes no lo sepáis, ha habido diez películas nominadas a la categoría de Mejor Película, con lo cual, verlas todas era complicado. Aun así, yo he cumplido, para el poco tiempo que tengo:
       Up, de Pixar, la vi este verano. Simplemente, me encantó. Sobre todo, recuerdo las primeras escenas. Me pareció alucinante la forma tan tierna y tan real en que, en tan pocos minutos y casi sin una palabra, relata toda una vida en las primeras escenas. Muy bonita :)
        "Up in the air" no estuvo mal. Yo creo que George Clooney se interpreta a sí mismo más que nunca en esta película. Y, la verdad, me pareció original y entretenida. Aunque también un poco deprimente por el trasfondo, la filosofía de vida... No quiero contar mucho por si no la habéis visto. No estuvo mal.
          "Avatar" seguro que es una maravilla técnicamente hablando. Yo la vi en 3D y me pareció que estaba genial. Pero yo con diez minutos de película habría tenido más que suficiente. Sé que muchos os llevaréis las manos a la cabeza, pero me pareció un tostón.
          Por último, "Un tipo serio" me pareció "muy de los Cohen", lo cual para mí es un elogio, aunque entiendo que para muchos ése sea motivo suficiente como para no ir a verla. Desde luego, para mi gusto no es la mejor de los Cohen ("Fargo" sigue siendo mi preferida), pero si vais (y os gusta este tipo de películas) pasaréis un buen rato. La primera escena de la película es genial. Por cierto, ¿no puede aparecer un punzón, un cuchillo o utensilio de cocina o cualesquiera otras armas, instrumentos, objetos o medios peligrosos para la vida o la integridad física en una película de los Cohen sin causar a alguno de los personajes la muerte o alguna lesión que requiera objetivamente para su sanidad, además de una primera asistencia facultativa, tratamiento médico o quirúrgico? ¡Son super "cafres", pero son geniales! Entiendo que no le gusten a todo el mundo, pero yo me lo paso muy bien.

        El hecho es que hay muchas películas que seguramente me voy a perder y que me gustaría haber visto. Sin embargo, últimamente también he visto películas que no me han gustado nada. Con "Nine", por ejemplo, tuve la sensación de estar perdiendo el tiempo. ¡Y, que conste que me encanta Daniel Day-Lewis y que, en general, me gustan mucho los musicales! 
        Pero, además, ha habido un par de películas que por unas cosas o por otras he ido a ver al cine no una, sino dos veces. A mucha gente eso de ver las películas dos veces en el cine les parece una pérdida de tiempo y de dinero. Sin embargo, antes de empezar a opositar, a menudo iba al cine a ver varias veces la misma película. No lo hacía con cualquier película, claro, sólo con aquellas que me habían gustado de verdad. Pero en aquel entonces tenía tiempo de sobra y me gustaba hacerlo para volver a ver escenas que me habían impresionado o emocionado especialmente, tratando de "exprimirlas" y sacarles todo el jugo. Porque la segunda vez que ves una película puedes darte cuenta de cosas que no apreciaste en la primera. Y, en cualquier caso, para mí, una BUENA película es aquella que permite ser vista más de una vez sin que por ello pierda interés. Evidentemente, la segunda vez la veremos desde una perspectiva distinta, entre otras cosas porque desaparece el factor sorpresa. Pero cuando la película realmente merece la pena la disfrutaremos de nuevo y, en ocasiones, incluso más que la primera vez. Desde que empecé con la oposición, en cambio, lo he hecho en contadas ocasiones, porque al tener menos tiempo prefiero poder ver varias películas en vez de encandilarme con la misma. 
        Durante mis vacaciones post-examen recuperé la vieja costumbre (hacía mucho que no tenía tanto tiempo libre) y fui al cine dos veces a ver "El erizo". Una película francesa, muy peculiar por la forma en que está narrada, muy agradable de ver, muy tierna y muy, muy estética. Está basada en el libro "La elegancia del erizo", del que me habían hablado ya varias personas, pero que no he leído, de manera que no puedo decir si es fiel al libro ni qué tal resulta la película en comparación con el mismo. Lo que sí puedo decir es que me gustó.

          Y últimamente he vuelto a repetir la experiencia del "doble visionado". Esta vez con una película que difícilmente puede dejar indiferente al espectador: "La cinta blanca."
        La segunda vez que la vi, hace pocos días, volví a admirar su fotografía, los planos, la luz, los claroscuros... Y pensé que no es un capricho del director (Michael Haneke) haberla hecho en blanco y negro. No es una simple excentricidad, sino un gran acierto: la película no valdría ni la mitad si se hubiese hecho en color. Sólo en blanco y negro podía transmitirse el ambiente en que se desarrolla la historia. Si intentas imaginarla en color, te das cuenta de que, probablemente, todas las escenas ambientadas en las austeras casas de las familias del pueblo no tendrían el valor que tienen. Porque, en todos los sentidos, la vida que trata de retratar Haneke es una vida en blanco y negro que se desarrolla en un ambiente lóbrego, espartano e incluso siniestro. Pero es que, si la película se hubiera rodado en color las escenas de exterior, tampoco transmitirían el frío de los campos absolutamente cubiertos de nieve tal y como lo transmiten en blanco y negro. Cada toma está muy pensada. Hay algunas que parecen cuadros. Y la ambientación es simplemente perfecta.
             Todo eso podemos decir en cuanto a la forma, que ya es mucho. Y, en lo que respecta al fondo, la película se ha presentado como un "viaje a los orígenes del nazismo." Y sí, es evidente que retrata el ambiente en que se crearon los que décadas después serían los futuros nazis. Sin embargo, más que analizar profundamente las raíces del nazismo, en mi opinión lo que la película analiza  profundamente son las raíces del mal. Si algo consigue Haneke en "La cinta blanca" es retratar la maldad inherente al ser humano, la crueldad y la ira que se derivan necesariamente de una sociedad corrompida, enferma y dominada por la mentira y la hipocresía. Las acciones más viles del hombre no siempre carecen de explicación, aunque no por ello dejen de ser repugnantes. La perversidad no siempre nace de forma fortuíta o de una mente enferma. Y Haneke, en la película, más que sobre el origen del nazismo, realiza un estudio sobre el origen del mal en general. Y lo hace retratando a los miembros de una sociedad rural, pobre y, en gran medida, embrutecida. Pero la historia podría haberse situado tanto en Alemania como en cualquier otro lugar del mundo.
              Evidentemente, no es una película "alegre", sino sumamente intranquilizadora, que atrapa al espectador desde la primera escena. Parece que Haneke quiere hacernos sentir la opresión, la represión y la hipocresía de una sociedad en la que la violencia se palpa en el ambiente aunque prácticamente en ningún momento veamos imágenes explícitamente violentas. O, al menos, no violentas físicamente.
              En definitiva, que os la recomiendo, pero teniendo en cuenta que no es la típica película trivial que te hace descansar las neuronas, sino, al contrario, una película de más de dos horas que, cuando sales del cine, sigues comentando durante un buen rato. Entre otras cosas, porque hay cabos que el director deja sueltos deliberadamente y que mantienen al espectador en la duda, tratando de reconstruir la situación y de encontrar explicación a lo que es en sí mismo inexplicable.
             
             En cuanto a la de "El erizo", aunque es una película mucho menos "importante" y supongo que ya no la ponen en el cine, también os la recomiendo para que la bajéis de internet o la veáis cuando podáis en DVD. A mí, por lo menos, me gustó mucho. 

           Si voy a ver alguna otra, ya os contaré. ¿Me recomendáis alguna en particular?  Si no, en función de los resultados de la semana que viene iré eligiendo películas para ver.

            ¡Besos a todos y que vaya muy bien la semana!
domingo, 21 de febrero de 2010

Sobrevivir a la oposición

Durante bastante tiempo he tenido rodando por mi habitación unas fotocopias con un texto que tenía como título “guía para combatir el cansancio”. Cada vez que reordenaba papeles me las volvía a encontrar y me planteaba si tirarlas o no tirarlas, y finalmente decidía conservarlas en espera de echarles un vistazo y sacarles algo de jugo. La última vez fue esta semana y, por fin, decidí leerlas y ver si merecía la pena conservarlas o si por fin podía deshacerme de ellas. Y, después de echarles un vistazo, extraje las pautas que pensé que podían resultarme más útiles, las copié en el ordenador y tiré (por fin) las fotocopias mostosas. No dicen nada “nuevo” realmente, pero decidí apuntármelas colgármelas en un lugar visible para tenerlas presentes y no pasarlas por alto. A las pautas que se proponían en el texto añadí yo alguna otra de cosecha propia y, en vez de “guía para combatir el cansancio” puse como título “Sobrevivir a la oposición.

              Prácticamente todo el mundo, opositor o no, se queja de estrés, del exceso de trabajo y de la falta de tiempo para abarcarlo todo. En nuestro caso, concretamente, estamos sometidos a muchísima presión (sobre todo, en algunas temporadas, como el tiempo inmediatamente anterior al examen) y el hecho de trabajar durante períodos tan largos casi sin tregua supone que estamos sometidos a un desgaste tremendo. Así, si para cualquier persona sería recomendable mantener unos hábitos alimenticios saludables, hacer ejercicio, dormir bien y tener momentos de esparcimiento, para nosotros es una cuestión de supervivencia. Y, desde luego, es vital para conseguir nuestro objetivo. Tenemos que cuidarnos, sí señor. Igual que el atleta o el deportista profesional está obligado a cuidarse, a dosificar esfuerzos, a descansar en determinados momentos y a llevar una dieta específica para conseguir el máximo rendimiento, el opositor está obligado a cuidar su cuerpo y sus hábitos diarios. Como decía hace poco Mery en su blog, ¡“mens sana in corpore sano”! Necesitamos estar fuertes físicamente para estarlo espiritual y mentalmente.

Finalmente, he impreso (bastante más resumidas)  las siguientes pautas “para sobrevivir a la oposición":

Aliméntate bien…

- Desayuna, incluso cuando no tengas hambre; te sentirás más animado y alegre durante el día. Según dicen, las personas que desayunan diariamente tienen menores niveles de la hormona cortisol, íntimamente relacionada con la sensación de estrés.

- Haz cinco comidas al día, sin que ninguna de ellas sea excesivamente copiosa. Las comidas exageradas requieren más energía para hacer la digestión, haciendo que nos amodorremos y que resulte mucho más difícil estudiar (al menos, sin una siesta previa). En la medida de lo posible, intenta combinar carbohidratos (usados por el cuerpo para crear energía), proteínas (que ayudan a mantener esa energías), y grasas saludables (como aquellas que están en los pescados, en las avellanas, y en las aceitunas).

- Los ácidos grasos Omega-3 juegan un papel muy importante en la conservación del buen estado de las células cerebrales y en la sensación del estado de alerta mental. Cuando le dije que opositaba, el médico me recomendó que tomase un suplemento de Omega3, pero si no os apetecen las capsulitas, hay alimentos especialmente ricos en Omega3, como el atún, el salmón o las nueces.

- Procura no consumir cafeína en exceso y evitarla en todo caso una vez pasada la hora de la comida. Una cantidad moderada de cafeína —entre 200 y 300 mg, entre dos o tres tazas de café— puede hacerte sentir más alerta y aumentar tu energía, pero cuando la cafeína es consumida en grandes cantidades o cuando la tomamos muy cerca de la hora de dormir, puede ponernos nerviosos o impedirnos conciliar el sueño.

- En determinadas épocas (como la llegada de la primavera) o cuando por cualquier razón estés especialmente cansado, puede ser bueno que tomes algún complejo vitamínico o un suplemento con ginseng o jalea real… Pero, a ser posible, empieza a tomarlo antes de estar agotado. Es mucho más fácil prevenir ese agotamiento que superarlo, sobre todo cuando sabemos que vamos a enfrentarnos a un período de mayor desgaste (durante la época anterior a un examen) o cuando se acerca la primavera si somos propensos a sufrir la “astenia primaveral.”

Para afrontar bien la jornada de estudio…

- Prográmate varios descansos breves para cada mañana o cada tarde. Es mejor hacer varias paradas breves que una parada excesivamente larga, que puede desconcentrarnos, distraernos demasiado y quitarnos las ganas de seguir estudiando. Y es mejor que los descansos estén programados previamente, no que esperemos a estar agotados para descansar. Así perderemos menos tiempo y el desgaste será también mucho menor.

- Si te entra “la modorra”, lávate la cara y las manos con agua fría, abre la ventana, ventila la habitación y toma un poco el fresco. Si ya no puedes más, también puedes darte una ducha.

- No tengas la calefacción demasiado fuerte mientras estás estudiando. Si hace demasiado calor llega un momento en que nos embotamos y puede incluso entrarnos sueño.

- Estudia en una silla cómoda que nos permita tener la espalda en una posición adecuada, pero evitando butacas o sillones excesivamente “acogedores”, que inviten a repantigarnos o a tumbarnos “a la bartola”… Se dice que para estudiar bien no hay que estar excesivamente cómodos y que es mejor tener un poco de hambre y un poco de frío (menudo, planazo, ¿eh?). Se trata, una vez más, de evitar el “efecto modorra.”

- Cuando te sientas estresado, concéntrate en respirar profundamente. Cuando estamos bajo presión solemos respirar desde el pecho, como con cortos jadeos, llevando menos aire a nuestros pulmones y, por tanto, menos oxígeno a nuestro cerebro, aumentando nuestro cansancio físico e intelectual.

- Mantén ordenado y agradable tu lugar de estudio. El desorden puede hacer que nos sintamos fuera de control y colabora a que la situación nos supere más fácilmente cuando estamos agobiados.


En el día a día, cuídate…

- Mantén la costumbre de arreglarte todos los días, aunque sea para estar en casa. No se trata de ponerte “de tiros largos”, pero a veces, aunque parezca una tontería, el vernos con un aspecto más saludable y atractivo nos motiva mucho más que estar, un día más, con nuestro chandal, sin maquillarnos o con la barba de dos semanas. No se trata de ponernos nuestras mejores galas porque, entre otras cosas, hemos de estar cómodos. Pero igual que nos vestiríamos “decorosamente” para salir a trabajar, podemos hacerlo para estudiar. Y es especialmente importante si estamos “de bajón”.

- Oblígate a salir de casa a diario, aunque sea a dar una vuelta a la manzana, a comprar el pan o a pasear al perro. Estar todo el día, día tras día, sin salir al aire libre ni siquiera un ratito puede desanimarnos, agobiarnos y hacernos perder perspectiva de muchas cosas. La vida no se acaba tras cuatro paredes, ¡ni siquiera para nosotros!

- Si lo necesitas, cuando hagas un descanso, escucha algo de música que te ayude a “recargar pilas” o a hacer desaparecer sentimientos negativos, como el miedo o el mal humor. Yo desde la carrera, cuando me estaba duchando para ir a los exámenes escuchaba la canción de Rosana “Sin miedo”, y a veces sigo oyéndola antes de ir a cantar.

- Expresa tus sentimientos y comparte tus preocupaciones con la gente que te quiere y con aquellos compañeros que te puedan comprender mejor. Aunque no vayan a solucionar nuestros problemas, el descargar la angustia y la preocupación nos permite relativizar los problemas y su peso disminuye automáticamente.

Cuando hay que descansar, descansa de verdad…

- No prescindas nunca del tiempo de descanso. No lo hagas aunque creas que vas muy retrasado con el estudio o aunque la semana no te haya cundido como tenías previsto. El tiempo de descanso del opositor es tan sagrado como su tiempo de estudio. Si no descansamos adecuadamente, es imposible rendir al máximo. Y no sólo físicamente, sino sobre todo, mentalmente. Si no damos tregua a nuestra cabeza y nos permitimos desconectar de la oposición en algún momento de la semana, llegará un momento en que el exceso nos pasará factura.

- En tu día de descanso haz aquello que verdaderamente te hace desconectar. Procura que tu día libre no sea solamente un día para resolver tareas pendientes. Si es el único día que puedes dormir hasta tarde y eres de esos que disfrutan acostándose sin poner el despertador, permítete ese lujo de vez en cuando. Si lo que necesitas es salir de fiesta, hazlo, o queda con gente a la que no puedes ver habitualmente, ve al cine… Haz lo que más te apetezca, lo que más te libere y lo que más te haga olvidarte de que el resto de la semana eres opositor.


Procura dormir bien…

- Siempre es importante dormir suficiente número de horas, pero en nuestro caso, que tenemos que rendir intelectualmente durante toda la jornada, es fundamental estar descansado. A mí siempre me cuesta apagar la luz por la noche, siempre hay cosas más apetecibles que dormir. Pero cuando duermes poco, al final lo acabas notando, rindes menos o, simplemente, no oyes el despertador…

- Si puedes evitarlo, no te quedes delante del ordenador o la televisión durante el rato antes de acostarte. ¿Sabíais que el brillo emitido por la televisión o la pantalla del ordenador puede impedir que conciliemos el sueño con facilidad? Eso decía, por lo menos, en las dichosas fotocopias y la causa es que la luz suprime la producción de melatonina, una hormona secretada a la puesta del sol que le dice al cerebro que ha llegado la noche. Cuando los niveles de melatonina están bajos, nuestro cerebro cree que aún es de día y permanece listo para las actividades diarias. (¡Tendré que tomar nota, yo que me meto en la cama con el portátil…!)

- Si cuando te acuestas no puedes dormir, no estés mirando continuamente la hora y calculando el tiempo que te queda para descansar hasta que suene el despertador. Esa inquietud puede hacer más difícil todavía que conciliemos el sueño e incluso impedirnos descansar profundamente.

- Practicar ejercicio aeróbico durante el día nos ayuda a descansar más profundamente por la noche. Además, si practicas ejercicio moderadamente (sin darte palizas) puede actuar como un estimulante y aportarte mayor energía durante el día.

               Las pautas que podrían sugerirse son muchas. Según he leído, unos científicos de la Universidad de Cambridge consideran que son cinco las cosas fundamentales para estar sanos mental y físicamente:
- Conectar con otros, cultivando relaciones que enriquecen nuestra vida y nos sirven de apoyo.
- Ser activos, practicando aficiones - como un simple paseo al día- que nos ayuden a mantenernos en forma
- Tener curiosidad y fijarnos en las cosas que nos rodean a fin de apreciar la belleza de los momentos diarios y reflexionar sobre ellos.
- Aprender cosas nuevas.
- Dar, ayudar a los que nos rodean.

               Podríamos añadir infinidad de cosas y expresarlas de muchas formas. En cualquier caso, si nos paramos a pensarlo, todos sabemos cuáles son aquellas que verdaderamente nos hacen falta para conseguir el equilibrio cuerpo-mente. Lo que tenemos que hacer es ponerlas en práctica. De todas formas, vosotros sugerid, ¡que yo tomo nota de vuestros consejos!

¡Que paséis una buena semana!
lunes, 8 de febrero de 2010

Vivir en una burbuja



Cuando empiezas a opositar resulta difícil hacerte una idea de lo que va a suponer para ti. Muchos cuando empiezan no han conocido nunca a nadie cercano que haya opositado. Pero, os lo digo por experiencia propia, ni siquiera quienes habíamos conocido de cerca a otros opositores podíamos hacernos una idea de la dimensión del cambio que la oposición va a experimentar en nuestras vidas. Al menos, yo no tenía ni idea. 
En mi caso, hubo gente que me “previno” sobre lo duro que iba a ser, sobre las dificultades que me iba a encontrar y los sacrificios que iba a tener que hacer. Yo, sin embargo, no veía mayor problema en vivir unos años con la condición de opositora. Y es que, en efecto, las dificultades que yo tenía “previstas” no han sido, ni mucho menos, las que más esfuerzo me han supuesto. 
Coger el ritmo de vida, al principio, cuesta un poco, pero con la ilusión del comienzo, para mí eso era lo de menos. Y, para cuando la ilusión fue más tenue, ya me había metido en el ritmo de vida y, en el día a día, ni siquiera me planteo si es normal o no tener un solo día libre a la semana durante los doce meses del año. No me lo cuestiono: los sábados son el único día de descanso y los lunes y los jueves hay clase SIEMPRE, independientemente de que el jueves sea Jueves Santo o de que el lunes sea Nochebuena (otra cosa es que yo sea un desastre y me pierda muchos más “cantes” de los que debería, pero clase hay siempre). El ritmo no para, y tú no te planteas que pueda ser de otro modo. Los domingos se estudia, lo cual supone que los sábados por la noche te irás a la cama temprano, aunque la fiesta ni siquiera haya empezado para los demás. Y a muchos les sorprenderá, pero a ti ni siquiera te costará irte a casa a una hora prudencial, porque lo tienes tan asumido como ellos tienen asumido que el lunes por la mañana se levantarán temprano para ir a trabajar. Fastidia, claro, pero no te lo cuestionas.
Desde que empiezas a opositar, tienes que dejar de ir a muchas cenas, a cumpleaños y a bodas si no cuadran con tu tiempo de descanso  o si estás demasiado cerca de un examen. Y, aun las noches que salgas por ahí, es probable que seas la primera en volver a casa, porque no querrás descuadrar todo tu horario.
Pero, al menos en mi caso, todo eso no resulta un gran problema. Te acostumbras, forma parte de una rutina que, con el tiempo, asumes como normal. Es un sacrificio, sí, pero casi ni te das cuenta.
Para mí, sinceramente, el problema no ha sido renunciar a ese tipo de cosas, dejar de participar en reuniones familiares, en las “quedadas” con amigas o dejar de hacer planes con mi novio que para cualquier mortal son de lo más normales pero que un opositor no se puede permitir. Lo que más me ha costado no ha sido dejar de participar y de compartir esos buenos momentos con ellos, sino dejar de acompañarles en los momentos en que yo sentía que podían haberme necesitado.
Porque, no nos engañemos: al opositar renunciamos a parte de nuestra vida familiar, social y personal… Y eso no comprende sólo los momentos buenos, sino también los malos momentos por los que pasan las personas a las que queremos. Y, sinceramente, cuando empecé a opositar no podía haberme imaginado que los mayores quebraderos de cabeza, los mayores agobios, no los iba a pasar por perderme momentos de celebración, sino por no poder acompañar y cuidar a los que más quiero en los momentos difíciles. O, al menos, no poder estar con ellos tanto como yo hubiera querido.
Pero llega un momento en que, igual que aprendes a decir “no” cuando tus amigos te sugieren un plan apetecible, tienes que aprender a decirte “no” a ti misma cuando no debes implicarte en un problema más de lo que eres capaz de involucrarte sin descentrarte en el estudio. Eso no significa ni mucho menos que opositar deba suponer “pasar” de todo, deshumanizarnos o convertirnos en el ombligo del mundo. Opositar, pese a lo que muchos piensan, no implica colocarse bajo una campana de cristal o vivir en una burbuja, aislados de los problemas y preocupándonos sólo de estudiar. Yo, por lo menos, no puedo.
Posiblemente haya algún afortunado (sobre todo si consigue aprobar en poco tiempo) que, durante el tiempo de oposición, pueda disfrutar de una estabilidad familiar, emocional y económica tan grandes que en ningún momento pierda el equilibrio por razones externas a la oposición. Pero supongo que eso le ocurre tan solo a una minoría. Porque es difícil, con todos los años que pasamos opositando, que en algún momento no surjan problemas. Porque nosotros opositamos y en cierta medida sí nos aislamos, pero la vida sigue para lo bueno y para lo malo. Y en las familias surgen problemas de diversa índole. Problemas personales, problemas de salud, económicos… Surgen problemas con nuestras parejas… 
Y todo eso, pese a que haya quien piense que vivimos en una burbuja, nos afecta, y mucho, para el estudio. Probablemente mucho más de lo que nos afectaría si nos dedicásemos a cualquier otra cosa, porque el opositor es un ser muy sensible, con un ritmo cuadriculado que hace un esfuerzo tremendo por mantener pese a los vaivenes de ánimo y pese a los acontecimientos de su alrededor. Lucha por mantener la concentración y llevar el máximo rendimiento. Y todo eso se mantiene en un equilibrio muy frágil. Y, si su ánimo se ve afectado, el ritmo se rompe, la concentración desaparece y el rendimiento baja inmediatamente. Por eso sería genial que, durante los años que durase la oposición, pudiésemos mantener todo lo de nuestro entorno en “standby” y no tener más problema, más preocupación ni más objetivo que la oposición, de manera que pudiésemos dedicarle todas nuestras energías y terminar con ella en un “plis plas”. Pero no es el caso. Definitivamente: no vivimos en una burbuja.
Yo, personalmente, antes que opositora soy hija, hermana, novia y amiga. Y, como tal, ante ciertas situaciones, priorizo. Y, aunque en muchísimos momentos la oposición esté por encima de otras cosas, no siempre puede quedar en primer lugar. Porque para mí la oposición es importante, pero no es lo único en la vida.
Aunque me considero una afortunada, a lo largo de estos casi seis años me han pasado muchas cosas y os puedo asegurar que no he vivido en una campana de cristal, aunque haya tratado de “protegerme” en la medida de lo posible para no perder el ritmo (que, aun así, muchísimas veces he perdido). Y, precisamente, como decía antes, una de las mayores dificultades  para mí ha sido tener que renunciar a acompañar a los míos en momentos complicados. Por supuesto, hablo de situaciones en que mi presencia o mi participación no podían solucionar las cosas. Porque si se trata de situaciones en las que pudiese haber sido útil o de cosas que hubiese podido solucionar, el orden de prioridades hubiese sido distinto.
Todo esto lo aprendí con el paso de los meses, no me dí cuenta nada más empezar a opositar. Pero terminé por darme cuenta de la necesidad de tomar distancia de ciertos problemas familiares (en gran medida “crónicos”, aunque con subidas y bajadas) de los que yo siempre había estado muy pendiente. Y tuve que aprender a hacerlo y a no sentirme egoísta por ello, porque es una mera cuestión de supervivencia. Me costó darme cuenta de que esa distancia era necesaria y de que podía tomarla sin ser una egoísta y, al mismo tiempo, sin que esa distancia supusiera vivir aislada en mi burbuja particular. 
Pero a veces es difícil conseguir el equilibrio. Cuesta participar sin  involucrarte demasiado y  coger distancia sin que eso signifique marcharte a vivir a tu burbuja.
Ahora mismo llevo más de una semana en la que no he estudiado ni he hecho nada por intentar estudiar. Estos días he estado gran parte del tiempo con mi familia,  con mis padres y mis hermanos, porque esos “problemas crónicos” se han recrudecido mucho. Les he acompañado y he ayudado en lo que he podido. En parte por ellos, porque no podía dejarles solos. Pero también en parte por mí: porque necesitaba estar ahí y si no no podía estar tranquila. Sabía que yo no podía solucionar las cosas, pero aun así necesitaba estar ahí.
Pero se acabó: tengo que volver “al redil”, al ritmo de estudio, a mi vida diaria. Tengo que olvidarme de problemas que no puedo resolver y que van a seguir ahí aunque yo rompa todos mis esquemas. Yo no podré estar con ellos tal y como me gustaría estar, pero, al mismo tiempo, ellos saben que me tienen, que me importan y que si me necesitan estaré ahí inmediatamente. Pero ahora he de seguir. con lo mío, porque el tiempo corre. Y desde mañana las cosas han de ser distintas. Voy a  intentar preocuparme  únicamente de estudiar “a muerte”. Y lo demás, lo que no depende de mí,  esperemos que se irá resolviendo. Pero estudiar mañana sí depende de mí... y tengo que conseguirlo. Así que ¡a por ello!
¡Que tengáis todos una buena semana!
 

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Durante los últimos años, OPOSITORA A JUDICATURAS (¡ojalá que por poco tiempo!). Pero en los ratos libres intento seguir siendo YO.
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"Sigue aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el hierro que hay en ti. Haz que en vez de lástima, te tengan respeto. Cuando por los años no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa el baston. ¡Pero nunca te detengas!" (Teresa de Calcuta)


"A la larga el éxito es más fácil que el fracaso. Sencillamente, consiste en saber lo que se quiere, en saber hacerlo y en tener la persistencia y la determinación de lograrlo" (B. Bailey)


"Si puedes soñarlo, puedes hacerlo" (Walt Disney)


"Si piensas que puedes, tienes razón y si piensas que no puedes, también tienes razón."


"El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños" (Eleanor Roosvelt)


"El mayor peligro para la mayoría de nosotros no es que apuntemos demasiado alto y no demos en el blanco, sino que apuntemos demasiado bajo y acertemos" (Miguel Ángel)


"No podemos descubrir nuevos océanos a menos que tengamos el coraje suficiente para perder de vista la costa" (Anónimo)


"Los muros existen por alguna razón. Y no es para mantenernos fuera, sino para darnos la oportunidad de demostrar hasta qué punto queremos algo. Y para frenar a quienes no lo desean suficientemente." (Randy Pausch)

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